Un rabino decía siempre a su gente que, si estudiaban la Torá, pondrían la Escritura sobre su corazón.
Uno de ellos preguntó: «¿Por qué «sobre» nuestro corazón y no «dentro» de él?».
El rabino respondió: «Solo Dios puede poner la Escritura dentro. Pero leer el texto sagrado puede ponerlo sobre tu corazón, y después, cuando el corazón se rompa, las palabras sagradas caerán dentro».
¡TANTAS cosas rompen un corazón abierto a la vida…!
A veces es la belleza, a menudo es el dolor, siempre es el amor. En ocasiones es el simple cansancio de levantarse día tras día para vivir una vida que nunca llega. Entonces, ¿qué nos sucede?
El rabino dice que todo depende de lo que hemos puesto en nuestro corazón todos estos años. Solo si hemos permanecido cerca de la Escritura, de la historia de la presencia de Dios en la vida, podremos soportar cualquier carga, sobrevivir a cualquier pérdida, absorber mucha belleza sin sucumbir sin aliento a su gloria, y entregarnos al otro lado del amor, al lado que tanto da como quita.
Es la Escritura sobre nuestro corazón la que nos recuerda «los lirios del campo», la desesperación de la mujer que «llevaba treinta años sin enderezarse», el vacío del día anterior a la Resurrección, y el entusiasmo de quienes fueron los primeros en decir: «He visto a Cristo».
Orar con la Escritura, regular e incesantemente, es lo que nos prepara para la vida en todas sus dimensiones.