Balaán se levantó por la mañana, aparejó la borrica y se fue con los jefes de Moab. Al verlo ir, se encendió la ira de Dios, y el ángel del Señor se plantó en el camino haciéndole frente. Él iba montado en la borrica acompañado de dos criados.
La borrica, al ver al ángel del Señor plantado en el camino con la espada desenvainada en la mano, se desvió del camino y tiró por el campo. Balaán, entonces, le dio de palos a la borrica para hacer que volviera al camino.
El ángel del Señor se colocó en un paso estrecho, entre viñas, con sendas cercas a ambos lados.
La borrica, al ver al ángel del Señor, se arrimó a una cerca, pillándole la pierna a Balaán contra la tapia. Él la volvió a golpear.
El ángel del Señor se adelantó y se colocó en un paso angosto que no permitía desviarse ni a derecha ni a izquierda. Al ver la borrica al ángel del Señor, se tumbó debajo de Balaán.
Balaán, enfurecido, se puso a golpearla. Pero entonces el Señor abrió la boca a la borrica, y esta le dijo a Balaán: «¿Qué te he hecho yo para que me apalees por tercera vez?».
Contestó Balaán: «¿Te estás burlando de mí? ¡Si tuviera a mano un puñal, ahora mismo te mataría!».
Dijo la borrica: «¿No soy yo tu borrica, en la que montas desde hace tiempo? ¿Solía yo portarme así contigo?».
Contestó él: «No».
Entonces el Señor abrió los ojos a Balaán, y este vio al ángel del Señor, plantado en el camino, con la espada desenvainada en la mano. Balaán entonces se inclinó y se postró rostro en tierra.
Pero el ángel del Señor le dijo: «¿Por qué golpeas a tu burra por tercera vez? Yo he salido a hacerte frente porque el camino que sigues lleva al precipicio».
NÚMEROS 22,21-32
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