Existía una vez un hombre normal, que vivía en un pueblo normal, con personas normales, trabajos normales y como en toda región normal, corrían historias comunes que todo mundo conocía, pero que no todos hacían caso de ellas.
Este hombre escuchó una de ellas y decidió hacerle caso. Se decía que en un lugar remoto estaba un paraje hermosísimo al cual solo podían llegar aquellos que hicieran un esfuerzo sobrehumano. El camino que deberían tomar era aquel que nadie frecuentaba y que parecía abandonado y peligroso y –decían- que no llevaba a ningún lado, pero aquel que se arriesgara a la aventura podía gozar del mejor lugar del mundo.
Así que un día normal, tomó el camino que decían llevaba a ese paraje y se dirigió a la aventura, realmente el camino era desastroso, encontró piedras, arbustos secos, subidas escarpadas, muy pronto el cansancio se hizo presa de su cuerpo maltrecho, pero aun así decidió continuar su odisea.
Pasó mucho tiempo y comenzó a sentir sed, hambre y sueño, pero la idea de encontrar el fabuloso lugar lo llenaba de esperanza, así que continuó, hasta que un buen día pudo observar el lugar más bello del mundo, había árboles majestuosos, ríos de aguas cristalinas, a lo lejos pudo observar una hermosa cascada, probó los frutos que ahí se encontraban y eran exquisitos, el clima era templado y sobre los cielos volaban aves de colores hermosos, ciervos, conejos, animales exóticos, pero todos ellos sumamente dóciles y pacíficos, nunca había visto tanta belleza junta, claro, es que nunca se había atrevido a salir de lo conocido y normal de su pueblo.
Así que regresó de prisa a casa, el camino –como suele suceder cuando vamos de regreso- parecía ser más cerca, sus paisanos al verle se alegraron y preguntaron con curiosidad si había llegado al lugar prometido, él les contó con lujo de detalles su aventura y lo hizo de tal manera que todos querían visitarlo, así que se puso a trazar minuciosamente un mapa y se los entregó, ellos fueron de prisa a fotocopiar el mapa para que todos tuvieran uno.
Así pasó el tiempo, días, meses, años y el pueblo cobró fama de tener información sobre cómo llegar al lugar más bello del mundo, los visitantes no tardaron en aparecer preguntando como conocer al sitio, todos orgullosos decían tener la manera de dar la información y entregaban un mapa fotocopiado.
Nadie había recorrido el camino, solo lo conocían de oídas. El único que lo sabía era aquel que se atrevió a aventurarse. Los demás se contentaban solamente con distribuir los mapas.
El cuento nos recuerda que solamente aquellos que se arriesgan a recorrer el camino se encontrarán con la verdadera belleza, te invitamos a la aventura de estudiar la Palabra de Dios y acercarte a la VERDAD, ¡¡¡te aseguro que no te arrepentirás!!!
Si no hay riesgos en la vida, no se llega a lo que se quiere, a descubrir cosas nuevas para experiencias nuevas.