Cerca de una población se instaló un circo.
En cuanto todo estuvo listo para la primera función, el circo se incendió.
El director envió a un payaso a que diera la alarma a todo el pueblo:
–¡Vengan pronto!… ¡Vengan todos!… ¡El circo está ardiendo!
Al ver a aquel payaso bien disfrazado y pintado, todos decían: –Es una nueva y bonita forma de propaganda. Y nadie se movió para apagar el incendio.
El pobre payaso juraba: –¡El circo está ardiendo! La gente se reía y aplaudía, diciendo: –¡Qué bien representa su papel!
Entretanto el circo se quemó por completo; también ardió el bosque vecino, junto con toda la población. Y todo porque el encargado de dar la alarma era… un payaso.
Para ser evangelizador, es necesario parecerlo.
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