Campesino chino

Retirar los Obstáculos lleva tiempo

Hace mucho tiempo, vivía en el norte de China un anciano, cuya casa daba al sur. Delante de la puerta de su casa se alzaban las dos grandes cumbres del Taihang y del Wangwu, que proyectaban su sombra sobre toda la extensión y cerraban el camino hacia el sur. Nada podía florecer debidamente, porque casi siempre faltaba el sol. Decidido, el anciano puso manos a la obra con sus hijos. Se proponían trasladar los montes con azadones. Cuando el vecino lo vio, no hacía más que menear la cabeza: «¡Pero qué ingenuos sois…! –exclamó–; ¡es absolutamente imposible trasladar ese imponente macizo!». Tras sonreír burlonamente, el anciano dijo: «Cuando yo muera, mis hijos proseguirán este trabajo. Cuando mueran mis hijos, seguirán haciéndolo mis nietos. Cierto que los montes son altos, pero no crecen. Nuestras fuerzas, por el contrario, pueden crecer. Con cada bloque de tierra y con cada piedra que extraemos, nos acercamos más a nuestra meta.

Es, sin duda, infinitamente mejor hacer algo que estar quejándonos de que los montes nos quitan el sol, la vista y el paso». Y, con una convicción inquebrantable, el viejo siguió cavando. Esto afectó y conmovió a Dios, que envió a dos de sus mensajeros a la Tierra, los cuales, cargándolos sobre sus espaldas, removieron de allí ambos montes.

DICHOS DE MAO TSE-TUNG

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